Hoy es lunes, 23 de julio de 2018 y vivimos en el mundo más avanzado jamás visto, y a la vez, nunca conoceremos un mundo tan antiguo como éste.
Hace unos cuantos milenios, el ser humano se erigió como la especie dominante en el planeta y esto trajo consigo una responsabilidad por cuidar del medio ambiente. No hemos asumido esta visión hasta hace pocos años, cuando nuestra influencia ya era más que notable. Seguimos en la búsqueda de una mejor vida para las personas, pero ahora tomando conciencia de que es el planeta como un todo el que tenemos que preservar.
Hemos entendido que, para alcanzar esa mejora en las vidas de las personas nos tenemos que sustentar en la búsqueda del crecimiento económico como forma de progresar. Esto, nos ha llevado a unos niveles de producción y consumo que no son sostenibles. A su vez, estamos ante la sociedad con mayor capacidad de cambio que jamás se ha conocido. Es lo que nos hace creer que podemos parar el tsunami que nosotros mismos hemos provocado.
Realmente, ¿lo podemos hacer? Y, sobre todo, ¿cómo?
Parece que se ha despertado en nosotros una inquietud por la sostenibilidad como compañera de viaje en esta búsqueda del crecimiento y, es en este contexto, donde surge la economía circular como una explicación alternativa a nuestros sistemas productivos que hasta ahora no tienen en cuenta los límites de nuestro planeta.
La economía circular es un sistema de aprovechamiento de recursos en el que la reducción del uso de materiales es la mejor forma posible de crear un impacto positivo en nuestro hábitat. Este concepto cada vez más extendido, se relaciona mucho con el reciclaje, aunque lo cierto es, que dentro del modelo que se propone, el reciclaje es la última alternativa posible.
- Reducir.
- Reutilizar.
- Reciclar.
Una vez queda claro que la primera misión es la de reducir el material utilizado, cabe preguntarse cómo podemos involucrar a todos los agentes sociales que tienen la responsabilidad de asegurar la vida del planeta.
¿Cómo ofrecemos un cambio de paradigma?
Me gustaría poner la atención en los nuevos modelos de negocio que surgen como consecuencia de la servitización, en los que pasamos de comprar productos a alquilarlos y esto está ocurriendo por dos factores principalmente:
- La gente quiere pagar por lo que utiliza, no más.
- La tecnología permite conectar la necesidad con la demanda en el momento y lugar preciso.
Como ejemplos podíamos tomar a los automóviles que todos utilizamos. Nuestro vehículo, suele estar parado durante el 97% del tiempo, y si en ese tiempo se le pudiera dar otro uso, el número de coches que necesitaríamos en este planeta se reduciría drásticamente. Como consecuencia de ello, la gente no compraría coches y sólo los alquilaría cada vez que lo necesitaran.
Llevándolo a un caso extremo, qué ocurriría con el resto de los productos como el móvil, el portátil, el sofá, el cepillo de dientes, la vajilla… Si alquiláramos todos estos productos, desde la lavadora hasta las chancletas para la playa y las empresas se ocuparan de sustituirlos cada vez que necesitáramos uno nuevo, ¿cómo afectaría esto a la sostenibilidad del planeta? Si Michelin alquilara sus neumáticos, si Philips alquilara sus bombillas, y si Zara alquilara la ropa…
La propiedad de los objetos
Esto provocaría que la propiedad de los objetos se traspasara de los individuos a las empresas. Si este cambio de paradigma ocurriera a gran escala, la obsolescencia programada desaparecería. En consecuencia, las empresas se centrarían en en alargar la vida útil de los productos, ya que de eso dependerían sus ingresos. De esta forma, se reduciría la cantidad de productos necesarios y haría que la responsabilidad de llevar unas vidas sostenibles recayera sobre las personas pero especialmente sobre las empresas.
Si queremos que la rueda de la economía circular empiece a girar, podemos darle un pequeño impulso si empezamos a alquilar en lugar de comprar. Este nuevo modelo de consumir supone un cambio cultural sustancial que trae consigo unas bondades que no somos conscientes del impacto que pueden provocar.